Se han abierto las puertas del estadio Azul. Poco a poco la gente entra el inmueble de la Colonia Nochebuena. Por las inmediaciones del estadio la gente se comienza a acumular. El tránsito tradicional de Insurgentes, a las 18 horas, crece al doble, porque ya no sólo pasan los autos de la gente que busca regresar a casa, sino la que invade la zona en busca de un lugar de estacionamiento.

Por cierto, si la reventa hizo su agosto, los acomodadores o los vecinos al estadio Azul, hicieron lo mismo. Alquilan sus aceras, sus cajones para alojar a los autos. Un estacionamiento normal, de los que abundan por la zona, cobra 18 pesos la hora; por estacionarlo en una casa, afuera o adentro, el cobro mínimo es de 50.

Revendedores ya no hay. Parece que se acabaron los boletos, mas la verdad es que la policía los ha alejado. La fuerza pública vigila todo lo que no vigiló en los días previos, aún así algunos revendedores se dan sus mañas y a la distancia logran vender lo que les ha quedado.

El azul se llena lentamente. En la cabecera norte se prepara un gran mosaico, están listos los colores azul, rojo y blanco para mostrarse a la hora que arranque el partido.

Ha comenzado a llover. Los “huleros” venden su producto a $ 20.00, “pa’ que no se mojen”.

Se prevé una noche de perros en el estadio Azul.