“Ya la dan por muerta desde hace muchos años, pero la verdad es que tenemos que agradecerle a los Peralta, a los Ley, a los Harp, y gente como ellos, que siga viva, afirma César González Gómez, historiador de esta disciplina en México.
Una palabra describe a la perfección al beisbol: pasión. Sólo así se explica que el campeonato nacional siga vivo y esté por iniciar su temporada número 90, en un mundo donde el deporte profesional sólo existe si es redituable, aunque en este caso no lo sea.
Fundada en 1925 con sólo seis equipos, la Liga Mexicana ha respondido a la afición de miles, pero sobre todo al capricho personal de hombres de negocios que han mantenido la competencia.
“Los empresarios que son amantes del beisbol son los que han comprado o construido equipos, los que se han encargado de mantenerlos pese a que no es rentable”, afirma César González Gómez, historiador de esta disciplina en México.
El especialista señala que las relaciones de mecenazgo son las que lo han preservado, aunque para los empresarios cada vez es más complicado mantener novenas que no dejan ganancias.
“Por ejemplo, tenemos el caso de Tigres – que inició en la Ciudad de México y ahora tiene su sede en Cancún, Quintana Roo-, cuyo fundador fue Alejo Peralta. El equipo se quedó en la familia por muchos años, pero ahora ya está involucrado el gobierno del Estado, por solicitud de la propia familia. Es por ello que sigue”, comenta González.
Lo anterior parece que se está convirtiendo en tendencia, pues poco a poco otros han hecho lo mismo, como es el caso de Delfines de Ciudad del Carmen, Olmecas de Tabasco y Broncos de Reynosa; las solicitudes de subsidio presentadas por José Maiz para Sultanes de Monterrey, y de la familia Ley con Saraperos de Saltillo, antes de ponerlo a la venta el año anterior después de 15 años con la franquicia.
César González señala que la manutención de un conjunto “grande”, de aquellos que constantemente califican a playoffs y pelean por el título, es aproximadamente de 50 millones de pesos por temporada, entre nómina, servicios médicos y gastos del estadio.
Lo anterior contrasta con las entradas por asistencia, pues en un día con gradas llenas, la recaudación puede llegar a 200 mil pesos. Sin embargo, pese a que la temporada consta de más de 100 partidos, esto sólo sucede en algunos de ellos y en ocasiones, ni siquiera en playoffs.
“Definitivamente a eso no se le puede llamar negocio, es por eso que creo que los mecenas van a desaparecer poco a poco del beisbol mexicano, sobre todo porque los gobernadores están dispuestos a entrar”, dice González Gómez.
Llama la atención que estén interesados cuando se estima que una franquicia como la de Saraperos cuesta 5 millones de dólares y se especula que una de mediana calidad como Petroleros de Minatitlán fue recientemente adquirida por 3 millones de dólares para trasladarla a Tijuana.
El historiador expresa que aunque parezca un asunto extraño que un gobierno estatal gaste en esta disciplina sin que haya retribución financiera, en realidad resulta lógico si se piensa en términos políticos.
“Para los gobiernos se trata de una política populista, es una manera de decirle a la gente que está apoyando al deporte pase lo que pase, que están comprometidos por una causa social y de esta forma no esperan una ganancia monetaria, sino una ganancia política. Es parte de su proselitismo”, menciona.
Sin embargo, es una realidad que el llamado rey de los deportes sobrevive gracias a los mecenas.
“A la Liga Mexicana la dan por muerta desde hace muchos años, pero la verdad es que tenemos que agradecerle a los Peralta, a los Ley, a los Harp, y gente como ellos, que siga viva. Lo sorprendente es que hay muchas plazas que piden tener beisbol profesional con todo y sus circunstancias, como León, Chiapas, Guadalajara. Todo eso es por la pasión, así es en México”, destaca González.