Para un jugador de la Primera División mexicana sólo hay algo más amargo que descender: sufrirlo por segunda ocasión y, peor aún, de manera consecutiva.
En los Estudiantes que se queman casi sin escape en el sótano de la Tabla de Cocientes son varios los jugadores que se irían a la Liga de Ascenso por segunda vez en sus carreras. El mejor ejemplo de ello es José Antonio Castro, quien apenas el año anterior sufrió el descenso con el Necaxa.
El “Gringo” está a punto de terminar el año futbolístico con el mismo sabor amargo, el cual también ya han vivido Rodrigo “Pony” Ruiz, Mario Pérez, Edgar “Tepa” Solís” y el portero Christian Martínez.
Este último recuerda que, para los elementos que logran regresar al Máximo Circuito al enrolarse con otro plantel, el descenso es una experiencia que fortalece el espíritu pero que tampoco se le desea a nadie.
“La vida te va formando como persona y entre más golpes te da yo creo que las experiencias amargas son las que te hacen crecer, tienes que ser fuerte mentalmente a cada instante”, expresa Martínez.
Con más de una década en el máximo circuito, el guardameta descendió con los Indios de Ciudad Juárez al final del Bicentenario 2010.
Hace un año, el “Gringo” Castro estuvo cerca de llegar a los golpes con su DT en Necaxa, Sergio Bueno, por sacarlo de la cancha cuando apenas había tenido 12 minutos de haber ingresado.
Eso sucedió cuando sólo faltaban tres semanas para que se concretara el descenso de los Rayos.
También con el Necaxa, pero dos años atrás, en el 2009, Mario Pérez se fue al circuito de ascenso, mientras que Edgar “Tepa” Solís igualmente experimentó esa situación con los Gallos Blancos tras el Clausura 2007, cuando la FMF le restó tres puntos vitales al club por un intempestivo cambio de la Regla 20/11 a media campaña.
Con 39 años de edad, a 20 de haber debutado en la Liga chilena y con 18 de manera ininterrumpida en la Primera División mexicana, el último jugador de Estudiantes que perdería por segunda ocasión la categoría es Rodrigo Ruiz, quien cayó con el Veracruz en el 2008.
“Cada quien en sus diferentes circunstancias lo han vivido de la misma manera: es algo amargo, es algo triste”, agrega Martínez.