Una tarde silenciosa en el Estadio Azteca. Algunos murmullos, gestos de desagrado, miradas de aburrimiento entre los invitados. El centenario que cumplió Antonio Mohamed como técnico de Primera División en México estuvo lejos de ser una fiesta.
‘El Turco’ se la pasó al filo de su área con las manos en los bolsillos. Se lamentaba por los balones perdidos, por el ataque chato y una zaga dubitativa. De repente se refugiaba en su banquillo. Buscaba explicaciones, consejos de sus auxiliares. Soluciones, encontró pocas. Su festejo poco a poco se amargó por el gol del debutante Hirving Lozano (89’), que le dio el triunfo al Pachuca.
Éxtasis del chamaco tuzo, que venció a Moisés Muñoz. Gritó, corrió, al tiempo que Mohamed estaba parado, sin moverse, con el dolor del descalabro en la cara.
Acongojado, el entrenador argentino sentía nostalgia por su hombre diferente, el que por un berriche contra sí mismo en el duelo ante el Atlante tuvo que ver el partido de ayer desde lejos, por salir expulsado. Sí, Rubens Sambueza era la ausencia que su entrenador sufrió. Sin él no hubo risas, ni abrazos, tampoco anotaciones para el subcampeón.
En las gradas, los rostros pintados de amarillo notaron que su equipo era incapaz de ser perfecto en casa. Los fans emplumados se habían acostumbrado a celebrar. Con polémicas arbitrales incluidas, los amarillos habían encontrado los resultados triunfadores en lo que va de esta campaña, pero ayer, el América puso su primera mácula en el Coloso de Santa Úrsula.
La desconexión americanista resultó evidente. Sin ‘Sambu’, la vida ofensiva de las Águilas palidece, prácticamente se extingue. Ante esa situación, los laterales fueron las mejores armas de los locales. Miguel Layún intentaba los regates y disparos que le corresponderían al suspendido volante azulcrema; Paul Aguilar intentaba el desequilibrio por el lado derecho. Insinuaciones que sólo despertaron algunos alaridos que se alejaron de a poco del grito de gol.
Mohamed seguía sin poder encontrar la fórmula para herir a los Tuzos. El lado izquierdo, justo donde suele apuñalar Sambueza, era la máxima incomodidad del técnico del América. Empezó con Andrés Andrade y luego colocó a Layún. Experimentos fallidos, pues las Águilas jamás encontraron la ruta para alegrar los corazones de sus seguidores.
En la cancha, se notaba el nerviosismo azulcrema. Aquivaldo y ‘El Maza’ fueron la personificación de la zozobra en la defensa amarilla. Amonestados, temerosos de ver una segunda tarjeta que los enviara a las regaderas, ambos zagueros padecieron los latigazos de Pachuca. Enner Valencia era el azote, con la complicidad de Alex Colón.
Los minutos pasaron. El escurrimiento del tiempo poco a poco empezó a lapidar las esperanzas del América de volver a triunfar enfrente de sus fieles. Gestos de frustración en los jugadores de las Águilas. Esas sensaciones se contagiaron hacia los asistentes.
El director técnico Antonio Mohamed se retiró del terreno de juego con un centenario que poco aportó para una celebración. Se mantuvo con las manos en los bolsillos. Antes de ingresar al túnel miró hacia abajo. Pudo dormir con el liderato del Clausura 2014, con la perfección a cuestas en el Azteca y como un consentido del americanismo; sin embargo se fue a casa con la amargura de una derrota, su primera como local, además de un dejo de nostalgia por Rubens Sambueza.