Más de mil noches después, la daga todavía tiene espacio para clavarse en los desangrados corazones tricolores. Son casi tres años de yugo. Una eternidad para quienes gozan de superar al enconado rival.
Nueva edición del “Clásico de la Concacaf”, ese que se ha teñido de rojo, blanco y azul desde que Jürgen Klinsmann asumió las riendas de la selección estadounidense. Hoy, sobre el césped del estadio de la Universidad de Phoenix, Miguel Herrera y sus hombres buscarán romper los grilletes que les apresan desde el verano de 2011, cuando el Tricolor superó por última vez a su antítesis.
Juego de preparación con aroma de Copa del Mundo. Reparar en que han pasado mil 12 amaneceres desde la última vez que se impusieron a Estados Unidos dilata las pupilas y acelera el ritmo cardiaco de los dirigidos por El Piojo, quienes confiesan su animadversión por un equipo que se ha acostumbrado a ponerles el pie sobre la cara.
“De amistoso no tiene algo”, sentencia Francisco Javier Rodríguez. “Tanto ellos como nosotros queremos ganar este partido, como sea..”.
“Siempre se le quiere ganar a Estados Unidos”, agrega el capitán Rafael Márquez, quien es respaldado por el hoy arquero titular Moisés Muñoz: “Siempre se juega para ganar… Y los clásicos aún más. No sólo se juegan, se ganan”.
El problema es que no lo han hecho desde el 25 de junio de 2011, en la final de la Copa Oro (4-2). Fue el último cotejo de Bob Bradley como timonel estadounidense. Klinsmann le suplió… Y se agudizó la pesadilla protagonizada por el germano.
Ya sea como jugador o director técnico, jamás ha perdido con los verdes (cuatro victorias y cuatro igualadas), hegemonía que le encantaría alargar, sin importar que lo trascendental es el funcionamiento.
Herrera coincide, aunque no deja a un lado el anhelo de presentarse en esta clase de choques con una victoria.
“Esto se ha vuelto un clásico de nuestra zona, en el que los dos equipos quieren ganar, tienen una gran afición”, subraya El Piojo. “La de ellos ha crecido bastante”.
“Hace rato que México no le gana a Estados Unidos y es buen momento para poder hacerlo”.
Y frenar a Landon Donovan, ese genio especializado en horadar la portería mexicana. Lo trae en el ADN. Un gol más le permitirá ser el máximo verdugo del Tri en la historia. Su media docena de festejos le permiten, por ahora, estar igualado con el brasileño Romario y el hondureño Carlo Costly.
Personaje insustituible en esta rivalidad, la que se ha cargado del lado norteño desde que Klinsmann llegó. Más de mil noches después, la herida aún duele.