Dentro de la lucha libre, muchos de los gladiadores protegen su individualidad; utilizan una máscara que los define arriba del cuadrilátero y oculta su identidad verdadera, el luchador mexicano crea una imagen fantástica que lo dota de una personalidad mítica y mística, sin embargo, algunos esconden anhelos y tormentos. Tal es el caso de Silver Fly, luchador profesional y estrella principal del roster de la Promotora Panam Victoria.
Silver Fly ha empezado a destacar a nivel nacional, presentándose en legendarias arenas de México, su sueño se empieza a ser realidad, sigue intacta la promesa a su madre, que lo cuida desde el ring celestial más bello del cielo, “tú tienes que ser alguien en la vida y no puedes andar como yo en la calle”, son palabras que guarda y esconde Silver Fly detrás de su máscara.
Sentados en las mesas de comida rápida en Paseo Aventa, empieza la entrevista con el luchador, -¿Cómo nace Silver Fly?-
“Silver Fly nace, crece y se desarrolla en Ciudad Victoria, Tamaulipas, desde hace 12 años que estoy en la lucha libre y como profesional saliendo de la ciudad tengo 8 años, cada vez me toman más en cuenta en los carteles en México”.
Guardando su identidad cuestioné, -¿De dónde viene el nombre Silver Fly?-
“Es una historia muy bonita, porque me regresa a la plaza Lauro Luis Longoria en Nuevo Laredo, una lucha el Santo contra Blue Demon, siempre me gustó mucho el Santo, siempre veía sus películas y yo veía como volaba, me emocionaba mucho, cuando yo escogí mi personaje pensé en él; Silver que en inglés es plata y Fly de vuelo, como los que hacía el Santo, yo quería ser como el enmascarado de plata”.
Mi siguiente pregunta cambió el rumbo de la entrevista, su semblante risueño se fue, su voz bajó de volumen a un tono más grave y profundo, pasó saliva luego de escuchar, -¿Cómo fue Silver Fly de niño?-
“Fue difícil, yo a los nueve años me quedé en la calle, mi mamá falleció, yo viví en el hospital Civil, luego en el hospital Canseco y la tuvieron que regresar al Civil, viví casi un año afuera del hospital, esperando que mi mamá saliera”.
Me tomó por sorpresa, con mi celular grabando su voz, lo acerque más a su boca, como quien no quiere perder el más mínimo detalle, cuestioné, -¿Qué le pasó?-
“Falleció de cáncer en la matriz, ella fallece y yo tenía 9 años 10 meses y yo me pierdo en la calle (agacha la cabeza), duré como un año viviendo en la central, recuerdo que ayudaba a que no se llevara la policía a los chavitos que andaban mal, después me recoge el DIF, de ahí me escapé tres veces y la última me metieron a un albergue, pero de los que tienen familia, los que dejan salir el fin de semana, el albergue sustitutivo Cuautli, ahorita ya no existe, pero estuve cerca de dos años, ahí terminé la primaria; nosotros ahí en el albergue hacíamos carpintería, soldadura, había una granja piscícola y todos los trabajos que hacíamos en el albergue, los íbamos a vender, en una ocasión fuimos a vender a la SET (Secretaría de Educación de Tamaulipas), ahí me encuentro a mi madrina de bautizo, que ella era maestra, cuando me ve, me pregunta por mi mamá y le digo que ya falleció, en ese momento fue al albergue e hizo todo el trámite de adopción, pero no pudo adoptarme, me empezaron a dar permisos por fin de semana, mes y luego por año.
Era plena hora de comida, sus ojos reflejaban dolor, como si plasmaran la historia en su mirada, el ruido de la gente no permitía apreciar sus silencios, sus pausas y la señorita que vende café insistía en vendernos uno. -¿Háblame de tu madrina, en que momento te vas a vivir con ella?-
“Cuando terminé el primer año de secundaria, le dieron la custodia por año, mis padrinos, me cambiaron de secundaria para darme mayor estabilidad y me dieron estudio, yo concluí la preparatoria y me recibí de ingeniero ambiental en la FIC en la UAT, gracias a Dios y mis padrinos Juanita Ortiz y Daniel Vázquez Aguilar, mis papás realmente (sonríe); tiempo después conocí a mis hermanos, me encontraron por Facebook”.
Con la mirada fija a su botella de agua, le pregunté asombrado por la historia -¿Cómo que por Facebook?-
“sí, ellos me encontraron en mi perfil y fui a conocer a mi papá biológico en Cadereyta, fue cuando me enteré que tenía más familia y que Jair Soria (Shocker) era mi tío, y que de ahí yo traía algo de la lucha libre, fui conociendo a la familia pero ya grande”.
En la lucha libre el linaje es importante, aunque hay quienes lo niegan, se sabe que abre puertas, -¿Entonces traes la lucha libre en la sangre?-
“Sí, toda mi infancia me la viví debajo del ring en Nuevo Laredo, en la Cuatro Caminos, mi mamá luchó allá, la vi contra Martha Villalobos, con Princesa Sugey, Hechicera, muchísimas luchadoras, su nombre de lucha era “La Potra”, pero nos empezamos a mover y un día en Ciudad Victoria se sintió mal y fue cuando enfermó, nos quedamos aquí”.
Su pasión es la lucha, pero como buen atleta también practicó otra disciplina, -¿A qué edad empezaste a luchar?-
“Yo empecé a luchar cuando estaba apenas en la secundaria, me cambian a la General Número
Uno, yo pedía permiso para ir a entrenar futbol y me iba al gimnasio municipal a la lucha, incluso en la secundaria jugaba con Alan Pulido, con el “Kid” Herrera, estábamos en la selección, pero no era lo mío, dejaba de entrenar por irme a la lucha, yo debuté a los dos meses de entrenar, Juan Avalos “Johnny El Pulpo” me llevó a una caravana que se llamaba Encuentro de Guerreros”.
En la lucha libre existen diferentes escuelas, se aprenden bases, estilos y del pancracio -¿Johnny El Pulpo fue tu maestro?-
“Mis maestros han sido varios, Juan Avalos “Johnny El Pulpo”, en el gimnasio municipal, de ahí empiezo a salir a la ciudad de México con mi tío Jair Soria, regreso a Victoria y me reincorporó a la escuela municipal con Fuego Latino, pero soy miembro de la universidad de los guapos (risas)”.
Sin faltar a su promesa, el luchador de 29 años, guarda en su personaje la historia detrás de la máscara, -¿Tus padrinos querían que fueras luchador?-
“Mis padrinos no sabían que yo luchaba, se enteraron hasta que estaba en la universidad, siempre dejaba mis máscaras y mis trajes con un amigo, me guardaba la maleta y su mamá me lavaba la ropa, incluso cuando yo estaba en Correcaminos, porque estaba en Tercera y entrené también en Segunda yo dejaba hasta de ir a jugar, hasta jugué interfacultades, pero faltaba por irme a luchar, la lucha era lo mío, es lo que me gusta y lo que me inspira por mi madre, siempre me la pasé debajo de un ring y en mi vida pensé llegar a pisar un cuadrilátero con estrellas tan grandes, cuando estas en la calle es difícil pensar lo que puedes lograr, pero cuando tienes una meta y un objetivo haces todo, lo último que mi madre me dijo fue “tú tienes que ser alguien en la vida y no puedes andar como yo en la calle” y por eso decidí enfocarme un poco en el estudio y gracias a Dios se han dado los resultados, pero en mi vida pensé que yo fuera andar en donde estoy y en donde he andado, por ahí hay una foto donde estoy con 20 jóvenes de la calle y uno de ellos está en silla de ruedas y los demás ya no están con nosotros, la calle no es cosa fácil, pero aquí seguimos vivos, siempre dedicándole lo que hago a mi madre María del Refugio Rodríguez López”.