Johan Cruyff fue un virtuoso sin par, uno de los mejores amigos del balón y héroe de mil batallas, y a partir de hoy, inmortal. No hubo quien le frenara, ni como jugador, entrenador o directivo, su temple de acero fue inquebrantable por 68 años.

Nació en Ámsterdam y falleció en Barcelona, tal vez fue el mismo destino el que decidió marcar el inicio y el fin en dos de las ciudades a las que más enamoró. Profeta en su propia tierra, lo ganó todo con un Ajax que marcó época; en España, impartió cátedra de futbol total.

Su clase como jugador fue indudable, casi incuestionable. Su labor sobre el campo de juego rompió esquemas, y de paso, cinturas, con el paso de los años se ganó un puñado de apodos, pero ninguno de ellos fue capaz de retratarlo en su totalidad.

Fue el Tulipán de Oro, el Holandés Volador, el Mago y hasta El Salvador, pero sólo hay un mote que le hace justicia: El Mejor de Europa. Ahora, a más de 30 años de su retiro, se podrá poner en juicio su trono como MVP histórico, pero sería incomprensible dudar de su legado.

De pronto, en Lionel Messi se refleja a Johan. Veloz, hábil, y más fuerte de lo que aparentaba, pero eso sí, aún más descarado. La picardía de Cruyff fluía de sus zapatos, y lo mismo le daba cobrar un penalti a dos toques, que humillar al rival en turno con regates de fantasía.

Debutó en Selección a los 19 años, sólo a dos temporadas de haberse estrenado con el Ajax, y su jerarquía en el césped pesó desde su primer encuentro con los Tulipanes, anotando el gol del empate frente a la selección de Hungría en septiembre de 1966, hace poco menos de medio siglo.

El futbol no le hizo justicia, al menos no en el ámbito internacional. Por voluntad propia, se retiró de su Selección a temprana edad, no sin antes acuñar un Subcampeonato en el Mundial de 1974 y el Tercer Lugar en la Euro de 1976, de la que ya han pasado 40 años.

La historia pudo ser diferente, pero una decisión noble le alejó del Mundial de Argentina 78, al que no acudió como protesta ante las constantes violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura militar que arrancara en 1976 en suelo albiceleste, y llegara al fin hasta siete años después.

Representando a Holanda disputó únicamente 48 partidos, pero le bastaron para marcar 33 goles y dejar en claro que sus más de 20 campeonatos a nivel de clubes no eran una simple casualidad, como tampoco lo fue su muerte  y consagración como una leyenda, que será honrada en cada rincón del mundo donde ruede un balón.