Una de las rivalidades más candentes en la Fórmula 1 en la época reciente es la que gestaron Lewis Hamilton y Fernando Alonso, una que incluso puso a temblar a McLaren Mercedes, el equipo en el que coincidieron en 2007, y que acabó por desnudar las carencias de la Federación Internacional de Automovilismo.

Alonso, orgulloso bicampeón de la Fórmula 1, decidió salir de Renault para recalar en la escudería británica, aunque lo hizo el mismo año en el que Hamilton, una joven maravilla, saltó a la máxima categoría. Lo que parecía un equipo de ensueño acabó convertido en un lodazal que trascendería en la historia del máximo circuito.

Por la calidad de ambos y los números que arrastraban, pocos eran los que dudaban que ganarían el campeonato de constructores y que Alonso podría obtener su tercera corona, pero una cascada de sucesos que se dio por el ego de ambos pilotos llevó al fiasco.

Todo empezó en Mónaco

Tras un inicio destellante que había puesto a Hamilton en el primer puesto del campeonato de pilotos tras cuatro carreras, y con solo dos puntos de ventaja sobre Alonso, en la quinta fecha sucedió algo que rompió para siempre la relación.

“Lewis llegó a la F1 como un tsunami con todo su talento, habilidades y resultados, resultados inmediatos, eso fue intenso y también un desafío para todos”, señaló Alonso a Sky Sports en agosto de 2021 en referencia a esa temporada 2007. Hamilton había estado en el podio en las cuatro fechas, pero ya quería ganar su primera carrera, algo que estuvo cerca de hacer en Mónaco, de no ser por su compañero, quien se quedó con el triunfo.

Alonso lideró de principio a fin, pero en un lapso vio comprometido su primer lugar porque Hamilton se avalanzó en su contra con todo su potencial.

El español tuvo que bajar la velocidad por el sobrecalentamiento que sufrieron los frenos y se le pidió al británico que hiciera lo mismo, pero lo desobedeció. Fue la chispa que encendió el fuego.

Solo desencuentros

A partir de entonces la relación entre ambos se fracturó aunque en la undécima fecha, en Hungría, llegó a un extremo que no solo acabó con la intención de ser campeones en el campeonato de pilotos, sino que también llevaría a McLaren a sufrir uno de sus bochornos más grandes.

En la clasificación se dio un hecho increíble, ya que tras una nueva desobediencia a su equipo se puso líder, algo que no perdonó Alonso, quien de forma deliberada perdió tiempo al entrar a pits antes de dar su última vuelta.

Esa decisión llevó al asturiano a lograr la pole en una última vuelta, aunque por el tiempo perdido Hamilton ya no pudo darla, en lo que fue el inicio del fin. Sin que hubiera reglas para hacerlo, la FIA le quitó cinco puestos al primero, castigo que llevó al triunfo al británico.

El Spygate

Alonso tuvo una fuerte discusión con Ron Dennis, expresidente de McLaren, y ahí amenazó que ventilaría el espionaje que le hacían a Ferrari, lo que el directivo no supo manejar y preso del miedo acudió a Max Mosley, presidente de la FIA, junto a quien charló de ese tema.

El equipo británico había recibido información de parte del ingeniero Nigel Stepney, quien trabajaba en Ferrari, lo cual pudieron confirmar con múltiples correos e información adicional.

La investigación llevó a la FIA a castigar a McLaren con el retiro del campeonato de constructores, además de imponer una multa de 100 millones de dólares, aunque a cambio Alonso y Hamilton todavía podían ir por el título de pilotos, el cual les sería arrebatado en Brasil, en la última carrera del año, por el inesperado Kimi Räikkönen, quien solo aprovechó la batalla entre ambos para colares.