Su nombre aún se escribe con letras de oro. Hace tres décadas que decidió poner fin a una legendaria carrera pero ni el tiempo ni el Mal de Parkinson han impedido que este martes, en su aniversario número 70, se recuerde a Muhammad Ali como aquello que fue: ‘El Más Grande de Todos los Tiempos’.
Ya no es aquel hombre imponente, veloz, sagaz, bravo, talentoso, no es el que volaba como mariposa y picaba como abeja, dones que lo llevaron a conquistar una medalla olímpica y convertirse en el primer hombre en la historia en conseguir tres veces el Campeonato Mundial de los Pesados, categoría reina del pugilismo. Sin embargo, su legado sigue vivo, quizá ahora más que nunca.
Ali le cambió la cara al boxeo y con el paso del tiempo los recuerdos de su grandeza siguen estremeciendo, emocionando, hacen vibrar. Como pocos, se enfrentó a los más feroces rivales dentro y fuera del ring. Con los guantes peleó por dinero y grandeza, sin ellos por la justicia, la paz y la igualdad.
Nacido en 1942 como Cassius Clay en Louisville, Kentucky, hoy Ali sigue conmoviendo al mundo. A los 12 años se puso por primera vez unos guantes y seis años más tarde ya había ganado el oro olímpico en Roma 1960, logro que le valió halagos de parte de todo el mundo y un inmediato ingreso al profesionalismo.
Cuatro años después de su esperado debut, Ali tuvo la primera de sus 25 peleas de Campeonato Mundial y ahí comenzó a forjar su historia dorada. Venció a leyendas de la talla de Sonny Liston, Henry Cooper, George Chuvalo, Floyd Patterson, Joe Frazier, Ken Norton, George Foreman y Leon Spinks antes de marcharse en 1981 con un récord de 56 triunfos, 37 nocauts y cinco derrotas.
Debajo del ring fue embajador incansable de la paz y la justicia. En un acto de honorabilidad arrojó la medalla conseguida en 1960 al río Ohio, luego que le negaran la entrada a un restaurante para blancos. Se rehusó a combatir por Estados Unidos en la guerra de Vietman y comenzó una lucha constante por su gente.
Tras su retiro profesional, Ali comenzó una nueva batalla, sin duda la más dura de su carrera, contra el Mal de Parkinson, y aún ante el rival más difícil, sigue de pie, en el centro del ring, manteniendo una guerra ejemplar que ha despertado el interés del mundo por unirse a su causa.