Son las 22.45 horas —minuto arriba, minuto abajo— de la noche del martes. Florentino Pérez acaba de despedir a muchos de los invitados que han asistido al palco del Bernabeú. El presidente baja a la zona de vestuarios, como es su costumbre después de cada partido, para saludar e intercambiar algunas palabras con Mourinho y los jugadores.
Le acompañan algunas de las personalidades que han estado en la zona noble y que siguen impresionadas por la remontada. Florentino está contenido. No exterioriza su euforia.
El presidente entra al vestuario. Los gritos de felicidad de los jugadores son atronadores. Ninguna frase especial. Ambiente de subidón. “¡Qué bien, qué bien, Cris (Cristiano Ronaldo)!, ¡Vamos, vamos! ¡Ya está bien! ‘¡Ya era hora! ¡Nos lo merecíamos!”. Expresiones en las que los jugadores van soltando toda la rabia e impotencia que les han dejado los últimos partidos de Liga y que les tienen en una situación incómoda.
Florentino entra sin hacerse notar, observa la felicidad y va dando la mano a cada uno de los futbolistas. Sigue tranquilo. Es el más sereno de todos y con una sonrisa comenta: “Esto sí que hace madridismo. Me dicen que en la calle la gente está como loca. Enhorabuena a todos”. Es la visita de un presidente orgulloso, que también intercambia unas palabras con Mourinho, y que escucha de sus jugadores que lo van a dar todo por la Décima. Que esto tiene que cambiar.
Cuando abandona el vestuario coincide en su salida con varios jugadores del Manchester City. Se detiene y va dándoles la mano a todos. Reconoce el esfuerzo que han hecho y alguno le da hasta las gracias por el gesto. Por allí está el Kun Agüero, que escucha y observa el ambiente de fiesta que se vive en el vestuario madridista.