Empecemos entonando el mea culpa: cuando Marvel anunció que Sam Raimi iba a ser el encargado de dirigir la secuela de ‘Doctor Strange’, no se me antojo que fuera una garantía excesiva. Aunque Raimi es uno de mis directores preferidos, y películas como ‘Arrástrame al infierno’ o la serie de ‘Ash vs. Evil Dead’ demuestran que sigue muy en forma, di por sentado que la maquinaria de producción de Disney devoraría cualquier excentricidad autoral del director de ‘Spider-Man’, tal y como habían hecho con tantos creadores que se han acercado a la franquicia con la intención de dejar un sello mínimamente en sus películas.

Bien: me equivocaba. ‘Doctor Strange en el Multiverso de la Locura’ no es, obviamente, una película, cien por cien de autor. No es ‘Darkman’. Pero por momentos es incluso más raiminiana que la trilogía de ‘Spider-Man’: si allí su sello estaba en ciertas sutilidades, como cierto humor bufo, la forma de rodar la acción o secuencias muy concretas como la famosa resurrección de Octopus en el quirófano en ‘Spider-Man 2’, aquí el sello de Raimi sale a flote continuamente. Sin dejar de ser una película de Marvel, pero me atrevería a decir que es la película en la que más se nota quién está detrás de la cámara desde… bueno, en toda la historia de Marvel.

Y eso es porque ‘Doctor Strange en el Multiverso de la Locura’, aunque no es la película de terror que algunos publicistas con exceso de entusiasmo nos quieren hacer creer, sí que está muy cerca de los intereses de Raimi. Obviamente no tenemos gore, pero sí fantasía oscura y grotesca que recuerda a ‘El Ejército de las Tinieblas’, a veces de forma completamente explícita.

De hecho, aunque en el guión de Michael Waldron (que ha destacado como guionista de ‘Rick y Morty’ y ‘Loki’) no ha participado el director, la película tiene tantos guiños a su filmografía y a su forma vibrante y frenética de entender el cine que resulta difícil de creer que no haya metido mano en el libreto. Los guiños a la saga ‘Evil Dead’, por ejemplo, son abundantes y algunos muy directos (y no hablamos solo del inevitable cameo de Bruce Campbell, por cierto divertidísimo) en términos de algún recurso de guión con desdoblamientos a bordo o el diseño de algunos monstruos, que recuerda (pese a ser CGI, por desgracia) a la artesanía animatrónica de sus películas de poseídos.

Frenesí y magia negra

Pero el sello de Raimi va más allá de unas cuantas autocitas: se contagia al ritmo de la película, que a menudo deja en ridículo el plomizo y grandilocuente estilo de Marvel. Aquí estamos en una montaña rusa desde el minuto uno, y las sorpresas son continuas, empezando por la identidad de la n´émesis de Strange, de quien solo podemos decir que: a) es una revelación absolutamente perfecta y coherente; y b) más de un true fan se va a llevar las manos a la cabeza. Él se lo pierde.

¿Y de fan-service cómo vamos servidos? Pues estupendamente. De hecho, mucho mejor que en productos planteados de forma mucho más torpe, como ‘Spider-Man: No Way Home’. Aquí hay sorpresas a carretadas, y de hecho es llamativa la generosidad de Marvel de cara a revelar posibles vías argumentales para próximas películas. Si te interesa el MCU como narración que se despliega como un árbol con multitud de ramas, tienes una cita ineludible con ‘Doctor Strange en el Multiverso de la Locura’. Si solo te interesa que te golpeen con una película trepidante, imaginativa y llena de humor y aventura, por una vez, tienes la cita en el mismo sitio.