Corría detrás de él por los estadios de futbol de México, su papá cargaba una bandera gigante, salía por el túnel y con gran fuerza la ondeaba por todo lo alto, su función no era meter goles o defender la portería, pero igual de memorable, al menos, ese es uno de los recuerdos que tiene Rolando López Torres de su padre, uno de los legados que guarda en su corazón azul, naranja y blanco, el hijo menor de Aurelio López “La Lila”, quién busca seguir sus pasos.

“Mi jefe es aquel ícono de Primera División, cuando ascendió el equipo en el 87, empezó a sacar esa bandera gigante por los estadios de México”, expresó en entrevista el hijo menor de “La Lila”.

El recuerdo está en la memoria de muchos aficionados, un hombre “gordito” que corría en zigzag, hacía movimientos asemejando que cabeceaba el balón, movía la cadera de un lado a otro y en círculos, frotaba sus manos con una brazada corta de una manera muy peculiar, todo esto, mientras al unísono su porra gritaba: ¡calienta Lila, calienta!

Sentado en el área de plateas del estadio Marte R. Gómez, con la mirada en el último entrenamiento de la temporada del equipo de sus amores, Rolando López recuerda a su padre y el legado que le heredó de Correcaminos.

“De morrillo me traía mi jefe, siempre en zona Sur, y me metía al campo con él, me decía vente para que entres a los estadios, nos llevaba en el autobús de los Búhos, que era donde viajaba la porra “Correcaminos, vamos a ganar”, recuerdo estadios como el Azteca, el Jalisco cuando jugaba contra UdeG, nos metíamos a los vestidores, no olvido la imagen donde vas en el pasillo y hay una virgen de Guadalupe en donde los dos equipos salen juntos, fueron muchos los estadios que recorrí con mi padre”, detalló.

-¿Que se siente tener un recuerdo así de tu padre, como ícono de este equipo?-

“Yo tengo a mi hijo que se llama Job y recuerdo que le dije, vas a salir conmigo, también le dije a mi otro hijo Christopher, les dije vamos a entrar al ‘Corre’, y no me la creían, cuando salí con la bandera y ellos venían detrás de mí, sentí que vivía la vida de mi papá, volteaba a ver a mis hijos y me veía a mí mismo cuando yo corría detrás de él, cuando salía con la bandera en todos los estadios de la República Mexicana”, recordó.

-¿Que te dijeron tus hijos?-

“Están bien orgullosos, les gusta, sus amigos les preguntaban que si apoco yo entraba al estadio con esa bandera gigante, y que porque lo hacía, ellos le platicaban la historia de mi papá, que fue el primero en salir con una bandera así de grande; ahora la mandamos hacer de ocho metros de largo y cuatro metros de alto, es un poco más grande”.

-¿Que tan difícil es cargar una bandera así?-

“La temporada cuando estaba el “Gullit” Peña, que le hicieron el homenaje a mi papá, que me dieron la primera bandera, una blanca, yo no había entrenado, no tenía mucha condición, ni tanta fuerza; pues me puse a entrenar, yo entrenaba box, pero me puse a trotar, empecé a hacer lagartijas, pesas, porque todo el peso va en los brazos, tengo que tener condición física para aguantar la vuelta olímpica y que la bandera no caiga, que la bandera siga ondeando, le tienes que echar muchas ganas, y pues más que nada es la herencia que nos dejaron”, platicó.

-¿Cuál crees que haya sido el sueño de tu padre?-

“El sueño de mi papá era verlos campeones en Primera División, cuando iba yo a Monterrey, él me platicaba que al ‘Corre’ no lo quieren subir, pero siempre aquí estaremos, ojalá sea campeón otra vez, como en el 2011… que sea campeón, es lo que queremos, queremos felicidad, estar bien aquí con el equipo; nosotros no todos les gritamos, hay aficionados que les gritan, yo no los ofendo, ni nada, sólo los apoyo en las buenas, y en las malas, es mi equipo de corazón y aquí estaremos hasta el final, se acaba la temporada y aquí estaremos con la misma ilusión de quedar campeones”, concluyó.

Rolando López Torres, así como muchos aficionados, continúa esperando que Correcaminos regrese a Primera División, y tal vez, poder seguir el legado, salir del túnel con los jugadores, llevar la bandera del equipo, ondeando por todo lo alto, tal y como lo hacía su padre.