Alguna vez fue llamada “la mejor afición de México”, cuentan que el estadio se estremecía con el grito de los fieles, que la casa de Correcaminos pesaba al grado de ser temida por los rivales que lo enfrentaban, hoy esto dista de la realidad.
El partido pasado de Copa MX ante Rayados dejó ver la distancia que hay entre equipos y aficiones, alrededor de 600 hicieron el viaje de Monterrey para alentar con sus gritos a los Rayados, opacando a la afición de Correcaminos, que en últimos años, muy a la europea apoya a la UAT.
En el futbol las hinchadas, barras o afición, se miden de una manera diferente, el día de hoy se pueden ver en el estadio aficionados que esperan el clímax de una jugada o de un gol para poder expresar el sentimiento que tienen, muchos solo hacen recordatorios maternales y de otros tipos, cuando las cosas no les gusta, y unos tantos solo aprueban o desaprueban el comentario de los que pasan todo el torneo gritando al equipo.
En Europa hay una mezcla de todo eso en el estadio, fieles que apoyan incesablemente, aficionados que solo miran y critican, otros que solo se expresan cuando existe un sentimiento positivo o negativo, pero nada de cuidado, nada que haga pesar al rival.
En el caso de la afición de Correcaminos La Plebe se mide aparte, son el pequeño grupo de sur, fieles al equipo, que no son apoyados por la directiva, como si ocurre en instituciones de Primera y algunas del ascenso, que pasan todo el partido cantando sus canciones al equipo; del lado norte, otro grupo aún más pequeño que al igual que la Plebe apoyan a su fiel estilo y meten presión al portero al hacer su saque de meta, y que se les unen al grito los demás, solo cuando el partido esta definido o esta interesante.
Lamentablemente esas muestras de cariño son pocas, comparado con lo que Rayados nos vino a enseñar, todo el partido en un solo grito sin cesar, solo 15 minutos del medio tiempo para recargar, se ve lejos ese mote de “la mejor afición de México”, en la afición de Correcaminos.
En el Mundial de Sudáfrica los organizadores temían que la afición no tuviera ese sentimiento por el futbol, como lo tienen por el Rugby, y sacaron las famosas vuvuzelas, trompetas para crear un sonido ensordecedor, uno que no los dejara con el grito en la garganta, con las ganas de apoyar y que no sonara como con un estadio vacío, como muchas veces ha ocurrido en el Marte R. Gómez.
Un estadio vació o un estadio con promedio de ocho mil asistentes pone a pensar, ¿Somos de Primera? , ¿Somos liguilleros? O ¿Seremos la mejor afición de México?
Que tengan un excelente fin de semana.