Desde hace años, si no es que ya algunas décadas, la National Football League (NFL) ha sido considerada como un ejemplo a seguir en cuanto a credibilidad, organización, manejo de recursos e impacto a nivel mundial, razón por la que suele ser el ejemplo de negocios número uno dentro del deporte profesional.
Sin embargo, le cuesta mantener ese grado de ‘perfección’. En el último año, y particularmente de enero pasado a la fecha, la NFL ha enfrentado una serie de situaciones legales que la han puesto en jaque, así como al comisionado de la misma, Roger Goodell, quien ha tenido que sortear varios problemas que han marcado la imagen de la poderosa institución.
Goodell ha tenido que enfrentar las demandas legales que varios ex jugadores han interpuesto contra la liga por cuestiones de salud, principalmente la del daño cerebral ocasionado por las conmociones y golpes en el terreno de juego y que han provocado que estrellas del calibre de Tony Dorsett o Jim McMahon presenten serios problemas de salud.
También ha sido testigo de las demandas que varios grupos de porristas de la liga han realizado en contra de sus equipos por las malas condiciones laborales en que se desarrollan y hasta por sexismo, siendo el caso más sonado el de las Jills de Buffalo, quienes además de ser explotadas se les dio un manual de comportamiento e higiene íntima, que desató gran controversia.
Otro problema han sido los escándalos extra emparrillado de varios jugadores y ex jugadores, como los casos de Aaron Hernandez, ex de los Patriotas de Nueva Inglaterra, quien está preso por asesinato, hasta el más reciente del esquinero de Baltimore, Jimmy Smith, quien fue arrestado por causar desorden en un bar o los desplantes de Johnny Manziel, el novato QB de los Cafés de Cleveland, quien ha dado la nota más por sus fiestas y excesos extra cancha que por su desempeño en la misma.