Ciudad Victoria Tamaulipas.- Las grandes peleas se ganan desde que se pisa el campo de batalla, escudriñada en el pecho desvestido de los protagonistas, junto al latido del corazón, nace el impulso que desgarrador sube a través de la garganta, forjándose en un grito de esperanza y convicción.
Así comenzaba la tarde para la Legión Plebe y para muchos aficionados que a tambor batiente acompañada de los metales de viento, levantaban plegarias y ánimos por la avenida principal de la ciudad, que mejor regalo no pudo tener ante su 189 aniversario de ser la capital.
Esa misma capital que poco a poco y despejando dudas, volvió a creer, volvió a reunir un bálsamo que curo todo lo nacido en un duelo de ida, que despertaba a los fantasmas de Correcaminos con esa historia que no puede y no debe repetirse.
La pasión, el amor, y el orgullo estaban en juego, a solo 90 minutos de regresar al partido grande, ese que te da todo, ese que puede ser el barco del triunfalismo, que te lleve de regreso a esas aguas que hace mucho no se visitan, la Primera División.
Más allá del clamor, el canto de “Vamos a volver, Vamos a volver”, a simple vista los que si volvieron fueron esos que reciben insultos de “Salados” y “Liguilleros”, los que convenencieramente pisan el monumental solo por llevarse un recuerdo fugas y presumido de decir que estuvieron ahí. Los villamelones están de regreso, no importa el marcador, no importa el rival, solo las instancias de obtener el boleto de la gran final, incluso los patrocinadores desempolvan sus “Ideas frescas” de mercadotecnia y también se unen a la lista de villamelones, todo por robar cuadro.
Mientras que el “Marte R. Gómez” se tiñe de naranja, poco a poco el comerciante hace su “agosto”, y es que todo es motivo de mercader, ante el comentario atinado del que batalla para llegar a su asiento diciendo, “uta es el primer lleno total verda, de la temporada”, fungiendo como una autentica pitonisa, en un juego que nadie se quiere perder.
Una marea naranja de poca fuerza, muestra vestigios de la “Ola”, que muere lentamente entre aventadas de madre, allá por sol norte, por no levantar las manos, y es que la hora de la verdad a llegado, el nervio, la pasión y la fe, se funden en algún tipo de quimera sentimental, y sale el primer grito de fulgor ante el inicio de la batalla, y ante el silbatazo inicial, el baño de gloria está listo al igual que la revolcada pena, que solo esperan a ser definidas.
El ave naranja herida, busca su camino y más que dañada parece resurgida con nuevos bríos, alimentada por el ánimo de los aficionados, levanta el vuelo, tratando de lo mejor al invitado principal que toma nombre en el líder de goleo, Roberto Nurse, que mete una puntilla sobre Sergio Arias, para desatar el fuego naranja que comienza a rondar por todas las butacas, apenas al minuto 21 de juego.
Pero la batalla sigue en pie para unos Alebrijes que no encuentran donde, ni como, calmar el vendaval, que vuelve a detonar ante los 16 mil 982 asistentes, siendo el responsable Nicolás Saucedo tras asestar el segundo golpe que los ponía con el objetivo en la bolsa.
Los primeros jicarazos de gloria refrescan el rostro de los universitarios, serenando el pensamiento ante el último tirón para enfocarse en el objetivo, pero los chapulines no están muertos, dando brincos de grandeza, mueven las piernas ante una factor que en su apellido lleva colorido, y es que Pinto se roba los suspiros, y los halagos sobran ante las manos salvadoras del guardameta que visualiza el mundial de Brasil 2014, previo a que levante la copa con los naranjas.
“Imbatible”, “impasable”, “increíble”, argumentos como estos son adjetivos expuestos al guardameta naranja, que inundado en cantos de “Portero, portero, portero”, consume el tiempo que a cuenta gotas, empieza a formar la hazaña, esa que por momentos ahogo el grito de gol, ante un marco Alebrijes expuesto a todo, y donde a la vez ya no sucedió nada.
El reloj cumplió su propósito, y el líder mostró futbol total en una noche redonda, donde hasta el balón se pintó de naranja, y donde los santos, las veladoras, cuijes, rebujos y hasta Alebrijes, se rindieron ante el tributo al desgaste y la esperanza de la playera, donde solo domino el color naranja.