Lo de Raúl Gutiérrez es la pedagogía. Su vocación es la enseñanza. Siempre ha estado rodeado de maestros, incluso, estudió para ello – dos veces-: una, con futbol de por medio, y ahora mismo su aptitud, ese talento de transmitir conocimientos y una mentalidad a prueba de tanques, bombas y misiles, está a punto de darle a México su tercer título del mundo Sub 17, el segundo en su cuenta particular.
El técnico del Tri infantil, convencido por su madre de estudiar antes que ser futbolista, optó por convertirse en profesor de primaria en la Escuela Nacional de Maestros, porque según ha contado a la prensa, “en la familia hay profesores” y sintió que su camino natural era la docencia.
Luego, cuando se retiró como futbolista en activo en el 2002, tras descender con el León y no conseguir contratarse con ningún club, optó rápidamente por estudiar para director técnico.
“Estoy pensando en enseñar a jóvenes. Ese puede ser un punto de partida y bueno, al final uno siempre quiere dirigir en Primera, obviamente es un proceso”, decía en aquellos días, pero ese punto departida lo tiene desde hace dos años en otra galaxia.
Está muy cerca de convertirse en Bicampeón del Mundo Sub 17 y unirse a Carlos César Ramos como los únicos en conseguirlo. Él lo logró en Egipto 1997 y Nueva Zelanda 1999 con Brasil.
Raúl Gutiérrez es uno de esos futbolistas fáciles de recordar, si no es por su futbol, aguerrido y de ir y venir, lo es por su estampa, enjuta y pequeña, acompañada siempre por una coleta. Su apodo, ‘Potro’, también es parte ya de su leyenda. Defensa lateral derecho, jugó en Atlante, América y León.
Con los Potros fue campeón de Liga en la campaña 1992-93. Fue parte de la generación dirigida por Ricardo La Volpe que posteriormente ha sido tan exitosa, ya sea como técnicos o directivos, entre los que se encuentran Miguel Herrera, Luis Miguel Salvador, José Guadalupe Cruz, Daniel Guzmán y Guillermo Cantú.
Su futbol, le alcanzó para ser parte de la Selección Mexicana y jugar las Copas América de 1993 y 1995, y el Mundial de Estados Unidos 1994.
Se retiró de la peor manera posible. Cuando descendió de categoría con el León, en el 2002, nadie lo quiso contratar de nueva cuenta. Pero lejos de quejarse y acongojarse, emprendió una transición veloz y efectiva. “La vida no empieza con el futbol ni acaba con el futbol”, dijo muy fiel a su carácter tirado hacia delante.
Empezó entonces a estudiar inglés; casi de inmediato inició también el curso como director técnico. Entonces su vocación futbolística se juntó con la pedagógica y cuando ha mencionado, “tengo la fortuna de haber tenido a los mejores entrenadores de México”, habría que escribir la palabra maestros en lugar de entrenadores.
A Ricardo La Volpe se le deben sumar Leo Beenhakker, Marcelo Bielsa, Carlos Reinoso y Miguel Mejía Barón, por citar algunos, todos con una vocación táctica y un compromiso de enseñanza-aprendizaje importante.
Poco antes de iniciar la competencia en Emiratos Árabes Unidos, Gutiérrez destacó para el portal de la FIFA los dos valores que más fomenta y enseña a sus jugadores: la perseverancia y el liderazgo.
“Perseverancia es un gesto que tiene que tener bien marcado un jugador si quiere lograr llegar a destacar en el plano internacional. Un jugador de selecciones nacionales tiene que predicar liderazgo. Ser ejemplar para su club, para una sociedad que lo necesita”. A todas luces, de ahí se desprende todo lo demás, “un equipo que no se vence, que es solidario, que lucha, que no se rinde”.
Quizá de ahí podamos entender una reacción tan fiera y decidida como la que ha tenido su equipo y él mismo luego de un resultado tan desesperanzador como el 6-1 en su primer duelo, ante Nigeria.
Raúl Gutiérrez, ¿un maestro reconvertido a entrenador o un entrenador reconvertido en maestro? En estos momentos es realmente difícil saberlo.