En lugar de césped, tiene concreto. Las porterías, de mucho menor tamaño que las de un estadio, carecen de redes. La cancha, en el patio central del Albergue Infantil Los Pinos A. C. posee evidentes limitaciones físicas, pero presume con orgullo un tesoro intangible: valor humano.
En ella, no ha distinciones. Rafael Márquez Lugo, Marco Fabián, Héctor Reynoso, Kristian Álvarez, Jorge Enríquez… todos los futbolistas de Chivas la invaden para disputar una “cascarita”. No enfrentan un rival profesional. Ni siquiera son compañeros de bando. Se mezclan con los otros protagonistas.
“El Pupo” hace de las suyas en la ofensiva y se abre espacio para marcarle un gol a Víctor Perales, defensa central habilitado como arquero. “El Morcha” en cambio, exhibe sus recursos defensivos para despejar, más bien desprovisto de elegancia, el balón. Aleja el peligro y eso es al final lo que cuenta.
Los niños del albergue tocan el esférico con permanentes sonrisas. Hoy, son compañeros de los ídolos que sólo ven por televisión. La magia de la pelota los alcanza, en el caluroso patio central transformado en una cancha de ilusiones, donde sus difíciles historias de vida se olvidan y sólo importa una cosa: jugar con el Rebaño Sagrado.
Hay cambios constantes, para que todos participen. Siempre entrelazando futbolistas con niños en cada equipo. Todos son iguales. Desde un costado, al centro del campo, el técnico Benjamín Galindo observa y funge, además, como árbitro de la “cascarita” en la que nadie lleva cuenta del marcador. Antes de comenzar, ya se conocía al ganador: los pequeños que graban en sus mentes un recuerdo imborrable.