Algo en el ambiente simplemente es distinto. Las entradas son bajas, pero aun así los personajes que habitualmente fungen como revendedores ahora rondan las inmediaciones de los estadios, aunque parezca increíble, para ofrecer boletos a precios inferiores a los que se venden en taquilla. El objetivo es reducir las perdidas toda vez que en algunas plazas la afición ni con boletos regalados acude a los inmuebles deportivos.
Salvo algunas excepciones, los duelos de la Copa MX son de medio o bajo nivel y como los equipos alinean a jugadores en su mayoría jóvenes, no se logra captar la atención de los aficionados.
Ni si quiera el hecho de que tres los conjuntos de mayor tradición en el futbol mexicano disputen el certamen resulta suficiente para atraer al público a las tribunas.
América registró una entrada mediana en Neza con el estadio a un tercio de su capacidad; Pumas con 6 mil asistentes apenas logró el 10 por ciento del aforo del Olímpico Universitario; en tanto que Cruz Azul únicamente pudo ingresar a poco menos de 4 mil personas a un estadio que puede albergar a más de 35 mil personas.
Con todo y esto, hay escasos fanáticos que no se pierden los encuentros de su escuadra predilecta a pesar de saber que lo más posible es que no vean a sus máximos ídolos en acción.
Los equipos y entrenadores tienen claro que el objetivo de este torneo es debutar a nuevos talentos o darle actividad a elementos que no utilizan con frecuencia en la liga.
Es tal la seriedad de la Copa MX, que algunos estrategas ni siquiera se toman la molestia de asistir a los partidos y en su lugar mandan a sus auxiliares al banquillo.
Un factor primordial que sin duda afecta es el poco estimulo que produce para los miembros de un conjunto el jugar únicamente por un trofeo, ya que el ganador de esta competencia no recibe premio económico alguno, ni tampoco el pase a otro torneo.