Ingresaron 25 mil aficionados que cumplieron con los protocolos sanitarios y desataron la locura debido a que Tampa Bay se llevó el triunfo.
Portando máscaras N95 y protectores faciales, John Goodman, su esposa Alison McMillan y sus dos hijos adolescentes se abrieron paso entre las aglomeraciones en las calles aledañas al estadio Raymond James y se instalaron en sus asientos para el Super Bowl casi tres horas antes de que iniciara.
Fueron los primeros en su sección. No querían ser parte de la “locura” que estaba sucediendo en otras partes.