Abrirse camino en los clavados, disciplina donde México sólo tenía medallistas olímpicos hombres, no fue fácil para Paola Espinosa, la mejor mexicana de los saltos ornamentales en la historia.

“El problema al que me enfrenté fue el no tener una figura mujer en mi deporte como guía. México sí tenía medallistas olímpicos, pero ninguna era mujer.

“Al no tener ese referente llegué a cuestionar si las mujeres podíamos ser exitosas en los clavados. Entonces empecé a trabajar con ese objetivo”, recordó la doble medallista olímpica.

Después de un arduo camino, Espinosa clasificó a sus primeros Juegos Olímpicos en Atenas 2004, a los que fue sin entrenador.

“Eran mis primeros Juegos, iba muy emocionada y empecé a hacer bien las cosas. Así que el entrenador que me iba a ayudar (Jorge Rueda) al ver que me estaba yendo mejor que a su alumna (Jashia Luna) me dejó”.

En dichos Juegos, Paola finalizó en el lugar 12 de la plataforma individual y quinta en sincronizados con Luna, quien no avanzó a las Semifinales en la prueba individual.

En Beijing 2008, donde fue abanderada de la delegación tricolor, le demostró al mundo que México podía tener medallistas olímpicas en clavados, junto a Tatiana Ortiz.

“Tenía la oportunidad de cambiar la historia, que fuera la primera mujer en tener una medalla olímpica en mi deporte, y así fue. Estaba muy contenta”, expuso.

Espinosa reconoció que fue víctima de machismo en su trayectoria hasta convertirse en la mejor clavadista mexicana de la historia.

“El que más me dolió fue cuando gané la medalla de oro en el Campeonato Mundial de Roma. Ahí presenté el clavado tres y media vueltas holandés, tan complicado que hay muy pocas mujeres en el mundo que lo han hecho. Con ese salto le gané a las chinas y ahí le bajaron el grado de dificultad de 3.8 a 3.4. Como si por haber ganado el título, el clavado hubiera dejado de ser complicado”, explicó Paola.