Fue como si su vida se derrumbara en un instante. Aquel silbatazo final, no sólo representó la eliminación… Era el comienzo de un calvario que podría terminar esta noche, casi 4 años después.

Rubí Marlene Sandoval aguardó una eternidad por esta velada, la de la redención. No piensa en otra cosa desde que el Tricolor femenil se quedó en el camino rumbo a Beijing, con ella como principal villana.

Era la noche del 9 de abril de 2008. El estadio Olímpico Benito Juárez atestiguó la tragedia protagonizada por esta defensa central y el adiós de un grupo de mujeres que anhelaba llegar a la máxima justa deportiva en el planeta, por segunda edición consecutiva.

Una inoportuna caída propició que las canadienses marcaran el tanto de la victoria (1-0), ese que las catapultó a los Juegos Olímpicos. Ironías del futbol, Sandoval volverá a encontrárselas hoy, en el cotejo decisivo por el boleto para los Juegos de Londres 2012.

“Tengo, no una espinita, sino una espinota clavada, y ya tengo la experiencia, la madurez, supe salir de ese bache, porque la verdad es que entré en depresión”, comparte Marlene, en charla con EL UNIVERSAL. “Me sentía culpable de que mi equipo no clasificó y siempre pensé que era mi culpa”.

Hubo necesidad de acudir al temple, los amigos y a terapia. Su orgullo estaba destrozado, pero mantenía intacta la sed de revancha, que ahora pretende saciar.

“Gracias a Leo [Cuéllar, director técnico de la Selección Mexicana] pude salir de eso”, relata. “Él me dijo que debía salir adelante, me dio la oportunidad de seguir en el equipo y ahora, gracias a Dios, estamos aquí para competir por otro boleto”.

Su aporte resulta básico. Es una de las tres futbolistas en el actual grupo (Maribel Domínguez y Luz del Rosario Saucedo) que jugaron en los Olímpicos de Atenas. Experiencias como la que hoy le tiene en pie son verdaderos tesoros para las chicas que sueñan con emularlas.

“Las chavas recurren a las tres, nos preguntan en qué pueden mejorar o qué están haciendo mal”, relata. “Nosotras, por la experiencia, ya sabemos cómo tratarlas dentro o fuera de la cancha”.
“No se trata de gritarles o regañarlas, sino explicarles bien lo que deben hacer”.

Como jugar fácil, no precipitarse, en un partido de tanta relevancia. Tras sumar dos unidades en el Mundial, a nivel mayor, y ganar la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos, el listón ha quedado alto.

Marlene está consciente de la exigencia, pero aclara que “más que presión, puede ser algo que nos motiva. Ahora nos está viendo más gente y eso ayuda. Hay algunas personas que sí nos desean el mal, pero otras, lo mejor”.

De las que toman fuerza para asestar un histórico golpe. Pieza clave en el desarrollo del balompié femenil en México, la zaguera afirma que —con relación al de 2008— “este grupo es mucho más competitivo”.

“La lucha interna es fuerte y es lo que nos ayuda, como grupo, para elevarnos al siguiente nivel”, agrega. “Las niñas que vienen de abajo empujan y sólo quedamos tres de las que hace ocho años clasificamos a los Olímpicos. Ojalá podamos repetir la hazaña”. Para así terminar con su calvario.