Las horas previas a aquel 27 de mayo de 2016 pesaron sobre Julio Urías por toneladas. Con apenas 19 años, su debut con los Dodgers se volvió un asunto de estado del otro lado de la frontera, donde todo México esperaba con ilusión la subida al montículo de quien estaba llamado a ser el heredero de la gran leyenda beisbolera Fernando Valenzuela. Fue así que las comparaciones se transformaron en un fantasma que acechó el inicio su carrera, mismo que exorcizó gracias a una madurez que hoy lo tiene de vuelta en el ruedo.

Nacido en Culiacán -la inagotable cuna de peloteros del país- Julio César Urías Acosta fue llamado desde la oficina de Dave Roberts durante el out season para informarle que por fin había llegado su momento. Luego de cuatro temporadas en Grandes Ligas y sólo 28 aperturas, el zurdo fue anunciado como el cuarto abridor de la novena angelina para esta temporada fugaz, el nuevo gran reto de su carrera.

“Salir con los Dodgers es más responsabilidad. Es tener que dar el 100 por ciento y en ocasiones aún yéndote bien o haciendo un buen papel había que bajar a Triple A, uno se subía a la loma con ese temor”, dijo el lanzador de 23 años en charla telefónica.

“Del año pasado para acá he venido agarrando confianza en mí mismo y hacer mi trabajo que es lo que corresponde y ya dejarles lo demás al cuerpo técnico, gracias a Dios me dieron la oportunidad de abrir y estar jugando cada cinco días que era lo que yo quería”.

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La carrera de Urías estaba marcada por el destino. Las similitudes con ‘El Toro de Etchohuaquila’ le auguraban una trayectoria de ensueño en las Mayores, pero justo esas flores recibidas fueron su penitencia, al cargar sobre él con un eterno símil que terminó por pesarle casi tanto como una lesión en el hombro que lo marginó un año de los diamantes.

“La desesperación es por tanta comparación (con Valenzuela), se podría decir. No me molestaba, ni me desesperaba ni presionaba la comparación, son halagos que te comparen con una persona así”, explicó Urías. “Fernando tuvo una carrera muy bendecida y si me dan una carrera así no puedo decir que no, pero obviamente uno está tratando de hacer su propio nombre, poner a México en alto. Es mi mentalidad, sin querer pasar a nadie, sin querer ser más que nadie, ser yo y hacer lo que me toca hacer dentro del campo”.

Y es que a pesar de que fue el cuarto lanzador más joven en la historia de los Playoffs y se convirtió en el serpentinero de menor edad en comenzar un juego de postemporada, cuando inició el cuarto encuentro de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional 2016, apenas logró ser el cuarto abridor de Los Ángeles, rol en el que debutará hoy en esta temporada durante el tercer juego de la serie ante los Giants.

“El mantenerse es lo más complicado”, analizó. “Salir de un equipo como este que las expectativas todos los años son altas, que tiene que salir todos los días a ganar en las temporadas de 162 juegos y en esta que es más corta y seguir con la misma mentalidad del equipo. Es seguir con la misma meta que es llegar a la Serie Mundial y ganarla y darle ese campeonato a la afición de Los Ángeles”.