La ciudad cambió en una noche. La afición regia está renovada. El corazón azul y blanco late como siempre, con esa pasión especial de los norteños, pero los cánticos suenan distintos. Suenan en una nueva casa. La coraza plateada que se ve desde el avión al llegar a Monterrey promete ser el nuevo ícono de la capital nuevoleonesa, es el Estadio BBVA de Rayados, que estrenó en sus tribunas las palmas y gritos en el juego ante Benfica.

Siete años de planeación y construcción, que hasta hoy sigue afinando detalles, como los accesos vehiculares aledaños, se hicieron realidad en el juego inaugural. 51 mil seguidores abarrotaron el inmueble del municipio de Guadalupe, también al pie del Cerro de la Silla, como el antiguo Tecnológico, que ayer recibió porras de despedida desde la nueva latitud.

Ingeniería retadora para el flamante inmueble: estructura metálica, techos ovalados, que ayudan a la acústica dentro, con columnas inclinadas, cada una distinta que le da esa forma peculiar al exterior. Diseño asimétrico. Ecológico. Obra maestra.

Los alrededores del estadio acusan falta de detalles para quedar listo en su totalidad, pero el interior es soberbio: enormes pilares para sostener la característica estructura, pasillos amplios, butacas de primer mundo y una vista maravillosa a la punta del simbólico cerro regiomontano.

El marco de los 70 años del club Monterrey fue el pretexto idóneo para estrenar el hogar en un evento rodeado de los personajes que le han dado lustre al equipo, las pantallas espectaculares revivieron sus goles, y los aficionados aplaudieron y gritaron sin cesar: Bahía, el Abuelo, Guille Franco, Passarella, Cabrito, Chupete, entre muchos, para cerrar con ovación atronadora para Vucetich. La emoción no podía ser más alta, contagiosa.

La tribuna se encendió con las luces de las pulseras de los aficionados, la música repasó momentos importantes en la historia del club, los fuegos artificiales aparecieron fuera del coloso, y después dentro, sobre el campo, para cerrar así la celebración previa al juego.

El horario fue atípico. La afición empezó a llegar desde las 18:00 horas al estadio y el partido arrancó hasta las 22:15. En el inter, la fiesta de la grada fue de menos a más y luego cayó durante el juego.