Han pasado 41 años y todavía se le llama “clásico joven”. Aquel día nació como tal, cuando un club, de reciente ascenso a la Primera División, encaró en una final única al América en el mismísmo Estadio Azteca, entonces moderno escenario, destinado para 120 mil lugares.

Sí, aquel Cruz Azul, instalado a partir de entonces como equipo de la capital, sorprendió al campeón americanista, que había conquistado la primera Liguilla de la historia, en 1970-71.

Los aún canarios —que evolucionaron después a Águilas, con El Tigre Azcárraga Milmo—, orgullosos, con figuras de la talla de Enrique Borja y Carlos Reinoso, gozaban de una inusual popularidad. Convertidos desde esos días en personajes de caricatura en revistas como “Borjita”, eran favoritos naturales para duplicar los méritos alcanzados un año atrás.

Pero no. El destino había reservado el nacimiento de una rivalidad, precisamente en una final y contra aquellas publicitadas figuritas de la naciente década setentera. En 1971-72 los canarios disputaron la corona en un solo encuentro.

Cruz Azul, que ya había probado su calidad futbolística con dos trofeos, en 1968-69 y México 1970, llegó con autoridad, pletórico de gente con pulso, como el portero Miguel Marín, el central Alberto Quintano, la mortífera media cancha, armada por Juan Manuel Alejándrez, Héctor Pulido y Cesáreo Victorino, además del infaltable Fernando Bustos y Octavio ‘El Centavo’ Muciño.

Intratable atrás, espectacular, El Gato Marín, como apodaban al guardameta argentino de La Máquina, voló para desviar un venenoso tiro libre ejecutado por el chileno Reinoso. Superman, lo bautizaría después el legendario comentarista Ángel Fernández.

Alguna vez, don Panchito Hernández (qepd) confesó, en entrevista, que gracias a él, Marín llegó a Cruz Azul. Amigo entrañable del director técnico celeste, Raúl Cárdenas, Panchito, entonces secretario técnico del América, sugirió a su ex compañero en el Zacatepec que contrataran a Miguel Marín, al que había visto en sus múltiples visorías en el extranjero.

Hernández no lo consideró para el americanismo, porque tenían a Prudencio ‘Pajarito’ Cortés. “Cuánto me arrepentí después”, reconoció Panchito, muchos años atrás.

“Desde mi época no nos ganaban una”, comparte Javier El Kalimán Guzmán, quien aquel día secó a los máximos artilleros cremas. “El campeonato de la 71-72 les dolió mucho y ahora les va a doler más”, anticipa el ex jugador.

“En ese partido marcamos muy bien a Borja y a Reinoso. Hicimos un trabajo especial sobre ellos. No los dejamos hacer nada. Dicen que son Águilas, pero son ‘pichones’. Si en ese tiempo no los dejamos hacer nada, ahora tampoco vamos a dejar hacer nada a Benítez. Ganaremos 2-0 en la ida y 2-0 en la vuelta también”, pronostica.

Efectivamente, el americanismo quedó muy dolido después de aquel día. El 9 de julio de 1972, Cruz Azul se convirtió en el “nuevo rey” del futbol mexicano, a costa de los canarios. Nacía un clásico.

La naciente Máquina anotó el primer gol, obra de Héctor Pulido. “Corrimos con la suerte de anotar primero y se fue abultando el marcador hasta conseguir el 4-1”, rememora don Héctor. “Me tocó abrir el marcador, en un juego muy disputado, porque el América estaba bien conformado”.

Cesáreo Victorino y Muciño, en un par de ocasiones, completaron la goliza. Enrique Borja, en la agonía, marcó el de la honra.

“Cruz Azul ha reaccionado bien, los jugadores comprendieron dónde estaban y lo que tenían que aportar. La final de ahora la veo muy pareja, pero pienso que Cruz Azul tiene más condiciones, en cuanto a nombres de peso, están jugando muy bien, se han identificado los extranjeros y hasta los que entran de relevo, como El Chuletita, responden”, anticipa Pulido, uno de los cómplices de ese añejo “clásico joven”.