En una época en la que los nombres de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo roban la atención, un joven polaco llamado Robert Lewandowski construye una gran historia con el Bayern Munich impulsado por una ilusión que construyó de la mano de su padre,  Krzysztof, quien murió cuando el ariete apenas tenía 16 años a causa de una enfermedad.

Robert hoy presume ser un coleccionista de títulos con el club alemán,  formó parte de un histórico Sextete, y fue catalogado como el Mejor Jugador del Mundo en 2020, además de que en Champions League es ya el tercer máximo anotador con 72 goles en 95 partidos, cifra superada solo por los 134 goles de Cristiano y los 119 tantos de Leo. Logros que, sin embargo, su más grande inspiración no pudo disfrutar.

La relación entre el delantero y su padre fue única, algo que quedó registrado y expuesto a la luz pública en un emotivo texto escrito a puño por el propio Robert para The Players Tribune. Una gran historia de su familia que se cimentó en la labor del patriarca, cuyos sacrificios fueron enumerados.

“Por muchos años en mi infancia jugué en un equipo en Varsovia. Era un viaje de 1 hora ida y 1 hora vuelta. Si no hubiera tenido a unos padres que me llevaran, mi sueño de ser futbolista habría terminado antes de comenzar. Mi papá me llevaba después del colegio y me esperaba 2 horas mientras entrenaba. Luego volvíamos y llegábamos a casa a eso de las 10 de la noche. Así es, era un viaje de 4 horas para mi papá, solo para llevarme a entrenar”, relató el artillero.

Oídos sordos a las críticas

Como podía esperarse, los conocidos de la familia pensaron que era “una locura” realizar tal sacrificio, aunque el sueño de ver cumplir el sueño de Robert fue lo que les importó más. Cariño irrestricto que acabó por edificar una impresionante carrera, la cual ya Krzysztof no pudo ver.

“Tras una larga enfermedad, mi padre murió cuando yo tenía 16 años. Aún me cuesta describir lo difícil que fue para mi. Tengo que agradecer a mi papá por mi carrera. Así no me haya visto convertido en profesional, me gusta pensar que ve todos mis partidos desde lo más alto, desde la mejor ubicación. Fue el que primero me puso un balón en el pie y que nunca me dejó olvidar por qué jugaba futbol. No por trofeos. No por dinero. No por la gloria. No. Jugamos, porque amamos la pelota. Gracias Papá”, añadió.