Joao Havelange, fallecido este martes a los 100 años, fue responsable directo de convertir el futbol en un espectáculo planetario y también inauguró el linaje de directivos corruptosde la FIFA que sacaron tajada de este lucrativo negocio.

Con una personalidad fuerte, un carácter hosco y conocido como todo un maestro de las relaciones públicas, Havelange cumplió un siglo de vida el pasado 8 de mayo y lo hizo marginado, sin fastos ni agasajos por parte del mundo del balón.

El brasileño alardeaba de haber encontrado la FIFA con 20 dólares en caja cuando llegó a la presidencia en 1974 y haberla transformado en una multinacional con 209 países afiliados y un patrimonio financiero de 4 mil millones de dólares cuando le cedió el cetro a su sucesor, Joseph Blatter, en 1998.

Bajo su mandato, la Copa del Mundo pasó de 16 a 32 selecciones y dio un mayor protagonismo a América, África y Asia, extendiendo la fiebre por el futbol a todos los rincones del planeta.

Además, introdujo nuevos torneos como los mundiales Sub 17 y Sub 20, el Mundial de Clubes, la Copa Confederaciones y la Copa Mundial Femenina, con los que la FIFA se convirtió en una máquina de hacer dinero.

Pero de forma paralela, aprovechó los millonarios ingresos que aportó la televisión para llenarse los bolsillos de sus elegantes trajes, con lo que inauguró la infame saga de dirigentes de la FIFA cuyo nombre se ha visto manchado por la corrupción.

El escándalo, el único que se le ha demostrado, sólo le salpicó en 2012, catorce años después de haber el cedido el poder a Blatter, cuando vio la luz un informe que desveló que tanto él como su exyerno, el entonces presidente de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF) Ricardo Teixeira, recibieron sobornos millonarios.

Tuvo influencia para persuadir a sus compañeros del COI para que designasen a su ciudad natal, Río de Janeiro, como sede de los Juegos Olímpicos de 2016, por delante de Madrid, Chicago o Tokio.