Fue imponente. Un rey de la velocidad y una deidad en el salto de longitud. Todo un atleta en la extensión de la palabra. Ganó 10 medallas olímpicas, nueve de ellas fueron de oro (la plata la consiguió en los 200 metros en los JO de Seúl 1988). Por todo lo anterior, en efecto, se justifica que al estadounidense Carl Lewis se le llame ‘El Hijo del Viento’.

Fue desde muy joven que Frederick Carlton Lewis, quien nació el 1 de julio de 1961 en Alabama, Estados Unidos, comenzó a practicar el salto de longitud. Para 1980, a sus 19 años, el talentoso atleta fue seleccionado para formar parte del equipo olímpico de las barras y las estrellas; sin embargo, el boicot de dicho país a la justa de Moscú 1980 postergó el debut olímpico del que a la postre se convertiría en un astro del atletismo mundial pero, sobre todo, figura de las justas veraniegas.

Con velocidad, potencia y una insaciable hambre de triunfo, Lewis batió a cuanto rival lo enfrentó. En los más prestigiosos certámenes se colgó el oro en su prueba favorita: el salto de longitud. A pesar que ésta era su competencia por excelencia, el gran poderío que poseía le era suficiente para destacar asimismo en pruebas de velocidad (100, 200 metros y el relevo 4×100).

Con títulos olímpicos y mundiales, se despidió de las pistas el 26 de agosto de 1997, a la edad de 36 años.

Luego de su retiro intentó, sin mucho éxito, incursionar en el mundo de la música y la actuación.

La política fue otro de los ámbitos donde no logró emular obtenidos en sus gloriosos como atleta, sin embargo estos tropiezos la imagen Lewis, ‘El Hijo del Viento’, recordada por siempre en un podio.