Durante su infancia, patear un balón no era sinónimo de entretenimiento o alegría. Para ellos se trataba del efímero escape a una realidad caracterizada por bombardeos y la destrucción causada por un conflicto bélico que no vivieron, aunque sí sufrieron sus secuelas.

Chicos que crecieron con el acre ambiente dejado por la Guerra del Golfo Pérsico, los que tienen a Irak en las semifinales del Mundial Sub-20… Los únicos capaces de cristalizar una tregua mientras persiguen la gloria en tierras turcas.

Histórica selección conformada por futbolistas para los que cualquier sonido emitido por una sirena es sinónimo de terror.

Los 21 dirigidos por Hakeem Al Azzawi nacieron entre 1993 y 1996, etapa en la que Estados Unidos y Reino Unido todavía iluminaban las noches iraquíes con el resplandor de la muerte, ese del que debían refugiarse para mantener su transparente sueño de patear un esférico.

Muchos no terminaban de entender lo que pasaba. Las órdenes de sus padres y el instinto de sobrevivencia hacían que corrieran junto a multitudes aterrorizadas, para las que no existía descanso, ni siquiera cuando cesaban los ataques de quienes se declaraban enemigos del régimen encabezado por un dictador llamado Saddam Hussein.

El severo embargo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) impuso al país complicó más la infancia de estos Leones de Mesopotamia, sobrenombre al que han hecho honor en la actual Copa del Mundo juvenil. Nunca antes, Irak se había colocado entre los mejores cuatro. Este día, contra Uruguay, tratarán de prolongar la ilusión.

Tal como cada uno hizo durante los últimos años de su infancia y primeros de la adolescencia, pese a la ola de terror desatada por el hijo mayor de Hussein, Uday, quien fue presidente del Comité Olímpico Iraquí y la Federación de Futbol durante finales del siglo anterior e inicios del actual.

Según hombres que huyeron del país, los atletas que no conseguían buenos resultados eran torturados. Perros mordían sus pies, además de que eran encarcelados para patear bolas de cemento y ser azotados.

Historias a las que son ajenos, mas no a la violencia vivida en su nación durante los más recientes meses.

Distintas agencias informativas han denunciado la muerte de, al menos, 761 personas en Irak durante el último mes. La mayoría en atentados perpretados con bombas.

Masacre que llega a detenerse cuando un grupo de chicos familiarizados con la amargura demuestra que no todo en la vida es el olor a muerte.