En el olvido empiezan a quedar aquellas imágenes en las que Barcelona ganaba, gustaba y goleaba, su nueva normalidad con Ronald Koeman en el banquillo es ganar pero sufriendo ante equipos como el Dinamo Kiev que se presentó en el Camp Nou con muchas bajas por contagios de Covid-19 y los metió en muchísimos aprietos. El marcador de 2-1 a favor de los Blaugranas es más que engañoso, los ucranianos pudieron irse a casa con más goles a favor pero Mark Ter Stegen se convirtió en una muralla que atajó todos los balones que se acercaron a su portería y que tenían etiqueta de gol.

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Los culés se pusieron al frente muy temprano con un gol de penal de Lionel Messi, su tercero en el torneo a través de esta vía y la noche catalana hacía pensar que sería el reencuentro del argentino y el Barcelona con el buen futbol, ese que hizo vibrar a todo el mundo por mucho tiempo y que hizo del sudamericano el jugador más importante en el planeta, pero no fue así. Con mucho orgullo y el poco futbol que tenían fueron suficientes para que el Dinamo se echara por delante a buscar el empate, pero enfrente se encontraron con una muralla alemana que salvó en todos los sentidos a su escuadra. Para el complemento hubo lapsos en los que el Barcelona solo vio pasar el balón por enfrente y no tuvieron más que encomendarse a un destello de Messi y a las atajadas de Ter Stegen, pero en el libreto de esta película apareció un héroe secundario de nombre Gerard y de apellido Piqué para poner el segundo en la frente de los ucraniano, quizás sin merecerlo, pero el futbol es de goles dirían los que saben. A 15 minutos del final el Dinamo encontró el tanto del orgullo y aunque había tiempo para tratar de ser el equipo sorpresa de la jornada, las piernas y el talento no les alcanzaron más que para haber sacado un susto al Barcelona que deberá trabajar mucho para volver a ser ese equipo que enamoró a propios y extraños.