El vidrio está considerado como el material transparente por excelencia. Fue descubierto casi por casualidad por unos mercaderes fenicios que visitaban la actual Siria. Luego, en la edad media, sufrió un oscurecimiento similar al que tuvo la vida en Europa en aquella época, y adquirió una coloración verdosa al utilizarse algas marinas en su fabricación. Y fue en el renacimiento, durante una de las épocas de mayor apertura de nuestra civilización, cuando se creó uno de los cristales más famosos del mundo: el cristal de Venecia.

El “vidrio” de nuestros días es el que cubre la superficie de las pantallas de nuestros ordenadores, teléfonos móviles o tabletas, dejándonos ver lo que ocurre en Internet. Y lo que nos gustaría es que esta ventana al mundo digital tuviera la transparencia del cristal veneciano y no la del vidrio medieval.

En la actualidad la mayoría de nosotros estamos algo inquietos o incluso preocupados por el uso que se hace de nuestros datos personales en la web. No tenemos suficiente visión de cómo se utiliza la información que implícita o explícitamente compartimos cuando navegamos por páginas web. Nos sorprendemos, por ejemplo, cuando al visitar la página web de un periódico descubrimos publicidad del objeto que buscamos en una tienda online apenas unos días antes. Y nos preguntamos cómo llegó esa información allí.

Como consecuencia de ello, estamos empezando a ver las primeras reacciones paraprotegerse de este fenómeno. Los más radicales directamente deciden evitar que la publicidad aparezca en sus páginas. No es de extrañar que esto haga que AdBlock Plus sea el complemento para el navegador Firefox más descargado, con cerca de 20 millones de usuarios.

Otros, menos radicales, aceptan la publicidad pero siempre que sea genérica y no personalizada. Para ello utilizan herramientas como la navegación privada que todos los grandes navegadores web implementan y que impide el uso de cookies que identifican a la persona. Chrome tiene “incognito”, Firefox “ventanas privadas” e Internet Explorer “exploración InPrivate”. No hay muchos datos disponibles sobre cuántos son, pero se sabe que en 2012, el 19% de los usuarios usaba el modo de navegación privada del navegador.

Más explicito es el mecanismo de configurar el navegador de Internet para que solicite a los servidores web que no rastreen nuestra navegación. Aunque en la actualidad hay países donde hasta el 13% de los usuarios han configurado su navegador de esta manera, en realidad su efecto no es muy grande porque los grandes servidores de contenido de Internet no están en muchos casos respetando esta solicitud de privacidad. La industria de la publicidad considera que el protocolo es demasiado restrictivo y se están desarrollando alternativas tecnológicas.

En ocasiones el usuario siente como si estuviera participando en una especie de juego del gato y el ratón. Cuando se generaliza un mecanismo que evita el uso de cookies, se descubre que los servidores web utilizan “super cookies” con el mismo propósito. Lo que ocurre es que no evitar las “super cookies” es mucho más complicado porque no existe un solo tipo de “super cookie”. Por ejemplo, las hay asociadas al protocolo HTTPS y las hay relacionadas con el uso de contenido Flash.

Sea como sea, lo que es claro es que a día de hoy la publicidad es un mecanismo clave y legítimo para la financiación de la web. Pero si las preocupaciones de los ciudadanos con el uso de sus datos personales aumentan, corremos el riesgo de que la economía de la web pueda dejar de ser confiable. Y esto es algo en lo que creo que todos (empresas, anunciantes y usuarios) estamos de acuerdo que no sería bueno para nadie.

Nosotros queremos que la web sea un sitio confiable donde las personas se sientan libres para deambular. Y pensamos que la solución es la transparencia. Y eso pasa por que el usuario conozca lo que se hace con sus datos personales que implícita y explícitamente vuelca en Internet. Y pasa también porque, al final, pueda llegar a tener control con lo que se hace con esos datos. Se trata, en esencia, de añadir al usuario al núcleo central de la discusión.

Por eso hemos creado el Data Transparency Lab junto con actores tan importantes como el MIT Human Dynamics Lab, el Open Data Institute, el Centre for the Digital Economy, University of Surrey o la Fundación Mozilla. Nuestro objetivo es investigar cual es flujo actual de datos personales en Internet y crear herramientas para que el usuario pueda como mínimo conocer ese flujo y, cuando sea posible, tener control sobre él.

Buscamos crear el equivalente a una segunda juventud del vidrio, como cuando nuevas técnicas descubiertas en Bohemia dotaron al vidrio de una transparencia desconocida hasta la fecha. Y esa es la transparencia que, en 2015, queremos para Internet.