Con un temple de acero, una mirada fría y una serenidad envidiable, Daniel Vogel Mortón, se ha ganado el reconocimiento de la gente de Ciudad Victoria, quienes han ovacionado sus últimas actuaciones con el equipo de Correcaminos.

Nacido en Ciudad Victoria, pero formado en Tigres de la UANL, Vogel llegó a Correcaminos a tocar la puerta como un tercer portero, pero hoy ya es toda una realidad del arco naranja.

Hoy la estadística ponía como víctima a Correcaminos, los números lo daban como un rival a modo para el conjunto de Necaxa, sin embargo Daniel Vogel se encargó de tener con vida al ave naranja, aunque lleven un gol de desventaja.

Vogel salió a calentar como portero titular a la grama del Marte Rodolfo Gómez Segura, ha dejado en la banca ya a Eder Patiño y en la grada a Humberto Martínez, hoy Vogel es toda una realidad en el arco de la UAT.

Con su atuendo en morado y con vivos en Rosa, el jugador de 1.90 metros de altura impone en el marco, se ha ganado el respeto de la afición y sobre todo de sus compañeros y rivales.

Vogel Mortón recibe indicaciones y consejos de Patiño y Martínez, comienza a calentar y arrecia sus trabajos, regresa al vestidor a recibir las últimas instrucciones.

Apenas inicia el encuentro y ya salvó a Correcaminos de lo que parecía el primero gol, poco a poco comienza a tomar confianza en este encuentro de liguilla, aunque se le ve nervioso, mantiene la calma, solo él sabe cómo vive por dentro el partido, solo él sabe lo que pasa por su cabeza en esos momentos.

Conforme pasaron los primeros minutos custodia el arco de forma desesperada, se mueve de un lado para otro, se pasea, corre y brinca, se frota las manos y pide calma a sus defensores.

Conforme avanza el partido recibe un disparo de esos que le duelen a cualquier portero, fuerte, raso y colocado, pero su buena atajada da en el “clic” de los fotógrafos.

Sin embargo en el tiro de esquina parece cometer el error, no sigue la pelota y se quedó clavado en su área, para que Rodrigo Prieto le remate dentro del área chica ante la tibia marca del defensa Johnny Leverón y recibir el único gol del encuentro.

Su mirada es vaga, su cara muestra la desesperación, pero nunca deja de pararse con seguridad e imponer intimidad ante el rival.

Poco a poco Daniel Vogel comienza a serenarse en el arco, mantiene un semblante de un jugador de vasta experiencia en el marco, observa a la distancia como sus jugadores intentan generar peligro, pero no deja de frotarse las manos y seguir volteando al marco para ver cómo fue posible que recibiera ese gol.

Mantiene la calma y ya no habla con sus compañeros, solamente da algunas instrucciones con las manos para realizar sus recorridos y cuando llega la segunda de peligro, ahora si acierta, sale y rechaza de puños para evitar la jugada de Necaxa.

Cuando llega el final del primer tiempo solamente camina desesperado hacia el vestidor, comienza a hablar con sus compañeros para darles ánimos.

En el segundo tiempo Vogel se convirtió en figura para la afición, apenas a los 44 segundos de iniciada la segunda parta ataja de forma magistral un mano a mano a Rodrigo Prieto a quien le adivina por debajo y evita el gol.

Ya para la segunda parte habla más, se encarga de acomodar la defensa y al equipo, por arriba va seguro, se gana la confianza y gana todas las jugadas en el área.

Y llega una más, ahora le roba el gol a Jahir Barraza quien se fue en el mano a mano pero en un excelente achique le hizo “el cristo” y evito el gol naranja sacando la pelota con el pecho.

La gente le reconoce y comienza el grito de ¡Portero, portero!, Vogel no se inmuta, no se intimida, no muestra ningún sentimiento.

La tónica del partido fue la misma, Vogel convirtiéndose en figura, una y otra vez, comienza a sacar todo lo que lleva etiqueta de gol, se vuelve el referente del equipo.

Cuando se acerca el final del partido, está nervioso, se frota las manos, se inca, se pone en cuclillas, se anima a pedirle tarjetas al árbitro para los rivales, y si, de nuevo saca unas cuantas más que parecían goles cantados.

Si Correcaminos no fue goleado en el juego de ida fue por la figura de Daniel Vogel, un portero que se ha convertido en referente, en figura, en tal vez uno de los nuevos ídolos de la afición de victoria.

Y justo cuando el árbitro termina el encuentro, comienza el grito, ¡Vogel, Vogel, Vogel!, ¡Portero, portero, portero!, pero él no se inmuta, simplemente abandona y se pierde entre las sombras.